Conoce la fotografía impredecible de la peruana Janice Bryson

Motivada por el factor sorpresa de la fotografía, la artista visual peruana posiciona sus imágenes como propuestas llenas de innovación y sensibilidad.
Desde Ciudad de México, conversamos con Janice Bryson sobre la exploración en sus proyectos y los impulsos que sigue como creadora de imágenes. 


Por Maira Walker

En un mundo tan saturado de imágenes, la fotografía se ha convertido en un componente crucial de cómo percibimos lo que nos rodea. Asumimos que lo que captura el marco de una foto es un fragmento de la realidad, o por lo menos una representación cercana de esta. Suspendemos la incredulidad, y le damos nuestra ciega fe al aparato –a la cámara de rollo, a la digital, y más aún, al celular– de que al hacer “clic”, hará lo suyo, y capturará lo que tiene enfrente como por arte de magia. Pero más bien, es un arte de ciencia. Y uno sumamente complejo.

Me acuerdo la primera vez que mandé a revelar el rollo. Y me salieron todas las fotos sobreexpuestas, subexpuestas… y me encantó. Eso fue lo que más me gustó: lo impredecible, la sorpresa, el hecho de que el proceso quede al descubierto. Eso me fascinó. Ahí comencé.

Este concepto no deja de cautivar a Janice Bryson, quien, desde encontrar la cámara análoga de su mamá a los doce años, jamás ha dejado de tomar fotos. “Era una cámara que no tenía modo automático. No entendía mucho cómo funcionaba”, recuerda. La fotógrafa peruana, quien ha participado en diversas exposiciones grupales y colaborado con diversas marcas, revistas y artistas musicales, conecta profundamente con el lado análogo de la fotografía. “Me acuerdo la primera vez que mandé a revelar el rollo. Y me salieron todas las fotos sobreexpuestas, subexpuestas… y me encantó. Eso fue lo que más me gustó: lo impredecible, la sorpresa, el hecho de que el proceso quede al descubierto. Eso me fascinó. Ahí comencé.” 

Al principio llevaba su cámara a todas partes. Su curiosidad por las posibilidades de la imágen era insaciable, “primero era capturar momentos y después me comenzó a interesar el tema analógico. Después me metí a estudiar fotografía y ahí entendía más como funcionaba todo”. El Centro de la Imágen en Perú fue donde se expuso por primera vez a un estudio más formal de la fotografía. Más adelante, ha cursado talleres en la New York Film Academy de EE.UU. y el CENTRO en México.


UN ANTÍDOTO PARA LA MALA MEMORIA

Explorando el propósito original de la fotografía, Bryson se interesó por examinar la forma en que “el paso del tiempo, la subjetividad y la reproducción impactan el acto de recordar, y la veracidad percibida de la documentación”, como declara en su manifiesto artístico. 

Desde Te hubiese encantado’ (2017), un cortometraje que hizo en colaboración con su abuela, destaca en la obra de Bryson un interés por el archivo. Es una forma de “relacionanrme con las memorias de otros, las memorias ajenas. En colaboración con mi abuela, contamos la historia de su padre: un alemán que llegó a Sudamérica después de la Primera Guerra Mundial.El video está compuesto por un archivo de fotografías y películas de 16mm de mi bisabuelo y tomas actuales de mi abuela recorriendo su casa”, cuenta la fotógrafa. 

Esta exploración del archivo y la memoria se vuelve cada vez más personal para Bryson, y se transforma en un proceso terapéutico que ella considera “un antídoto para la mala memoria”. Su obra ‘Jamás escucharemos el Silencio’ (2018), por ejemplo, fue “un proceso de liberación” para ella. En esta serie de 24 fotocopias en blanco y negro, Bryson recolecta fotografías de momentos que la han marcado, y luego las fotocopia una y otra vez, permitiéndole “recrear momentos para poseerlos de nuevo”. Según la artista, “cada vez que la fotocopia de una imagen se iba desvaneciendo, se iba desgastando, siento que le daba nuevas formas. Y, como ejercicio al menos, me permitió reapropiarme de mis recuerdos para ver la influencia que tienen sobre mí”.

Esta forma de “explorar cómo se codifican y se distorsionan nuestros recuerdos con el paso del tiempo” es, entonces, metafórica y literal. La imágen original se convierte en algo cada vez más abstracto al ser fotocopiada, se vuelve más lejana, y se transforma en una sombra, en un recuerdo, de lo que fue alguna vez. Al mismo tiempo, los píxeles se ven cada vez más distorsionados, menos nítidos, y es eso lo que genera una especie de metamorfosis visual. La metáfora es el sentido que encuentra Bryson en su proceso creativo, a veces de manera intencional, pero más frecuentemente por un accidente preciso. Pero es lo literal a lo que Bryson se aferra, y es como encuentra un sentido en el caos. Toca lo intangible a través del aspecto técnico de su método artístico.

En su obra ‘Dolor’ (2019), literalmente ‘hila’ “una narrativa propia con las vivencias de otros” en un fotolibro de imágenes que representan la potente emoción del dolor.


DECODIFICANDO LA LUZ

En realidad, desde el momento en que Bryson toma por primera vez esa cámara análoga, ya estaba escrito su interés por la parte ‘literal’ de la fotografía. Encontrarse con la sorpresa del primer rollo revelado generó en ella muchas preguntas, que hasta el día de hoy sigue respondiendo.

Luego de seguir a dónde la llevaba su cámara, Bryson cuenta cómo se fue “obsesionando con la idea de crear fotografía sin la necesidad de la cámara”. Así empezó a manipular los químicos sobre el papel fotosensible, haciendo lo que llaman ‘quimigramas’. 

Por lo complicado del proceso, y de acceder a los materiales que necesitaba para hacerlo, poco a poco fue haciendo menos quimigramas. Y entonces encontró “una fascinación por lo tecnológico que se volvió cada vez más grande”. A partir de un error que tuvo en un lector de su tarjeta, los “glitches” que salieron despertaron su curiosidad por saber qué había detrás de esas fallas. “Más que nada me interesa el error, pero hay dos formas de crearlo voluntariamente o involuntariamente”, por lo que fue tratando de entender el mecanismo detrás de ese error para generar su propia fotografía digital. 

“Antes la fotografía era el reflejo de lo real, como un espejo. Pero en realidad la fotografía es mucho más que eso, se puede manipular de muchas formas, y no necesariamente representa la realidad.” Por ello, Bryson busca “encontrar una interacción entre el orden y el desorden, y tratar de entender la compleja relación entre la cognición humana, las nuevas tecnologías generativas, y la autoría artística.

Actualmente, Bryson reside en la Ciudad de México, donde está terminando un máster en Iluminación. A pesar de su innegable inclinación artística, admite con toda humildad: “me gusta mantener mis proyectos artísticos como proyectos personales. Enseñarlos me da ansiedad, monetizar mis proyectos me descuadra”. 

Su arte nace más de un impulso existencial que de una necesidad profesional, y Bryson prefiere que así sea. De esta forma sigue su ritmo, y protege su sensibilidad a la luz. También se ayuda de su lámpara Phillips, una que lleva con ella a todas partes (incluso cuando viaja), porque no puede evitar que la luz le afecte. Sus amigos ya saben que, apenas llega a un lugar, tiene que prender y apagar luces hasta encontrar el balance perfecto de amarillos y naranjas. Es la artista innata dentro de ella, de esa persona profundamente observadora. Sencilla y práctica, pero aún fiel a su creatividad, a su fascinación por la luz, y a dibujar con ella.  

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