Pamela Mendoza Arpi: Sanación a través de la andinidad

A más de tres mil metros sobre el nivel del mar se ubica la ciudad ayacuchana de Puquio. El nombre de este lugar se traduce en castellano a “manantiales”: cuerpos de agua llenos de simbolismo y leyendas en la cosmovisión de nuestro país.

Al encontrarnos en un momento de tanta división como peruanos, la historia de Pamela sobre la reconexión con sus orígenes y su papel en ‘Canción Sin Nombre’ son oportunos. Ambos nos invitan a sumarnos a una profunda reflexión basada en la reconciliación y unión para el futuro del país.


Entrevista Cayetano García
Fotografía Rene Funk
Dirección de arte Cayetano García
Styling Sharon Cadillo
Maquillaje y pelo Micaela Linares

Diseñadores Annaiss Yucra, DELOSANTOS, Roger Loayza


Para Pamela Mendoza Arpi, la actriz protagonista de la aclamada película peruana ‘Canción Sin Nombre’, Puquio es un lugar añorado y que le remite a su origen. Su madre nació ahí y hoy en día, el sonido del agua al moverse, le recuerda a esta ciudad.

Arpi, como le gusta hacerse llamar, protagonizó el primer largometraje de la directora Melina León. La película retrata la experiencia de Georgina, personaje que encarna Arpi, al migrar a la capital del Perú dentro del caos político de la década de los ochenta. Luego de dar a luz, su bebé es arrebatada por lo que se tiene que embarcar en una desgarradora investigación para encontrarla. Con un estilo cinematográfico único, ‘Canción Sin Nombre’ pinta el dolor y la injusticia vivida por una generación de migrantes. El éxito de la cinta peruana la ha llevado a ser presentada en el Festival de Cannes y estar disponible en el catálogo de Netflix.

“Al inicio no pensé que iba a convertirse en un rol que trascienda detrás de la cámara. Hasta hoy sigo conviviendo con Georgina. Retratar estas historias es importante para que se sinceren y nos sinceremos; salir de nuestros miedos y encontrar una esperanza”, comenta la actriz sobre interpretar a la protagonista de ‘Canción Sin Nombre’. Si bien cursó estudios en la carrera de antropología, su fascinación por contar historias a través de la danza y el teatro, la llevaron a entender profundamente el personaje de Georgina. “Todo lo que aprendí, lo hice a través del cuento y la oralidad”, afirma la actriz.

Realizar una película que retrata la violencia de los años ochenta, representa un gran reto debido a su complejidad emocional. Revisitar estas historias hoy en día crece en importancia al estar en un momento de tanta incertidumbre y división socio-política. Arpi no es ajena a la polarización en la que estamos inmersos como peruanos, pero considera que su personaje es capaz de representar cada una de nuestras vivencias. “Georgina son todas las personas en el Perú. A veces cuando levantamos etiquetas políticas o étnicas, vemos cómo se exacerban los miedos y se termina polarizando. Cuando se polariza tanto, se deshumaniza y no nos ayuda a convivir con nuestra diversidad”.

El nacimiento y la infancia de la actriz en su barrio en Lima Sur la mantuvo rodeada de diversidad. Desde vecinos que provenían de la Amazonía Peruana, hasta amigos de Chile y Brasil, Arpi considera que estos aportes culturales han construido a la persona que es en la actualidad. Pero, la andinidad se volvió un elemento clave en su desarrollo como artista y activista. Es común que a hijos de migrantes nacidos en la capital se les enseñe a no apropiarse de sus orígenes en su totalidad. Sin embargo, Arpi pone en alto su andinidad desde Lima. “Yo he caminado la capital imaginándome cómo caminaban mis abuelos y mi madre por Ayacucho. No es que Lima nos quite la andinidad. De hecho, hemos cantado lo mismo y nos hemos reído de las mismas historias. No se puede anular ese vínculo de amor que tenemos con la andinidad”, cuenta Arpi.

Los rituales y folclorismos enseñados por su madre y sus vecinas también fueron de gran ayuda para poder asumir el reto de interpretar a Georgina. Al entrar y salir de escena, caía en la sorpresa que el equipo detrás de cámaras se encontraba más impactado emocionalmente que ella al recorrer la historia. “Caí en cuenta que lo que me había permitido entrar y salir en personaje positivamente eran las ritualidades andinas que había puesto en práctica. Estas no son más que las maneras en las que se viven las emociones desde el lado de mi familia.” Cuando era pequeña su madre la sentaba en su falda y mientras le hacía caricias en su cabello, le cantaba en quechua. Arpi trasladó estas prácticas en las escenas más oscuras de ‘Canción Sin Nombre’, logrando una interpretación de admirar.

Como activista en la lucha contra la discriminación y el racismo, esta remitencia también juega un papel importante. El quechua se encuentra en un futuro incierto, teniendo una casi nula inclusión de diversidad lingüística en el país. Actualmente, Arpi se encuentra escribiendo en quechua y defendiendo esta lengua en sus futuros proyectos. “La ciudad, el profesor y la enfermera me hablaban en castellano. Pero en todos los momentos de ternura e intensidad emocional, mi madre me hablaba en quechua. Tus emociones íntimas van a aflorar con el idioma que has aprendido a entender la vida. Es un deber proteger esta diversidad, a los quechuahablantes y al quechua.”

Nos encontramos en el mes del planeta, momento perfecto para tomar conciencia sobre nuestras acciones y comportamientos que tienen un impacto negativo en el ecosistema. Tomar acción inmediata es de suma importancia para buscar contrarrestar y frenar los efectos que ha tenido la depredación de nuestro hábitat. De esta manera, pensar en cómo Pamela Mendoza Arpi lo relaciona con el manantial de conocimientos desde su andinidad resulta oportuno. Para ella, “es necesario humanizar el lugar en donde vivimos. Si nos analizamos mejor, venimos de experiencias que miran diferente la vida. En donde el cerro representa a mi abuelita y el río a mi hijo. Hay una humanidad en el lugar que se vive.” Una mirada saludable e identificable como ruta de convivencia con nuestro entorno. De esa manera, Arpi nos propone aprender de esas otras formas de ir por la vida, generando una ética que nos haga menos desiguales con lo que nos rodea.

“Puquio como un manantial representa para mí el hecho de que todo pasa. Que los momentos tan dolorosos no nos definen, que se lo lleven los puquiales. Que somos capaces ahí de reencontrarnos y respetar la vida”, termina mencionando la actriz. Un manantial posee una gran diversidad de vidas. Desde su andinidad y la interpretación de Georgina, nos sumerge en un proceso de reconciliación necesario para estos momentos tan turbulentos.

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