Por Stefano Ayubu
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La moda sostenible, como término, se ha popularizado en los últimos años por las demandas del consumidor. Hoy, este tiene mayor acceso a la información, lo que le da las herramientas para que pueda optar por opciones que mejor se ajusten, ya no solo a su estilo, sino también a su filosofía. Igualmente, la facilidad de comunicación que otorgan las redes, ha permitido que se ejerza presión hacia las compañías para que involucren procesos más ecoamigables en su cadena de producción. Sin embargo, la moda sostenible no es algo nuevo.
Desmenuzando el verdadero propósito de moda sostenible, podemos observar que es una práctica que se ha venido desarrollando por varios años y generaciones atrás. En primera instancia y, probablemente por la que todos los hermanos menores han pasado, identificamos la herencia de prendas. ¿Quién no ha usado alguna vez una casaca de algún hermano mayor, primo, padre o hasta abuelo? Finalmente, lo que busca este método, al igual que la moda sostenible, es dar una segunda vida a los materiales.
Cabe destacar que la reutilización de prendas es posible gracias a la calidad de los materiales en su producción. Hace pocos años se masificó el uso de ropa que llevara varias décadas de vida: la “moda vintage”. Gracias a ella es que hoy vemos a muchos jóvenes usar coloridas casacas de los 90s o monturas oftálmicas de los 80s. La nostalgia por estos artículos es tal, que hay mercados específicos donde se cotizan prendas de colecciones de antaño, como el Flap Bag de Chanel (la icónica cartera de la casa francesa que se popularizó desde la década del 50).
La moda vintage vive, localmente, en galerías como Grau (Centro Histórico de Lima) o Tacora (La Victoria) donde se puede conseguir ropa de muchísimo valor a un bajo precio. A partir de ahí han nacido tiendas independientes ubicadas en Miraflores o Barranco, que reúnen este tipo de prendas para facilitar el acceso a ellas, además de lavarlas y desinfectarlas. Este es un claro síntoma de que el consumidor tiene gran consideración por la reutilización y valorización de “tesoros escondidos”.
Integrar prácticas sostenibles hoy es un requerimiento de altísima prioridad para hacer frente al cambio climático. Sin embargo, hay franquicias muy grandes que se sostienen a partir del Fast Fashion o moda rápida. Esta vendría a ser el némesis de la sostenibilidad. Venden ropa muy bonita, pero que no dura y, de cierta manera, se vuelve desechable. Además, los precios competitivos de este mercado, permiten que el consumidor renueve su closet temporada tras temporada desde cero y, por otro lado, limita la reutilización de las prendas a causa de la baja calidad de los materiales que estas casas ofrecen en sus prendas.
Lo positivo, y en oposición a las Fast Fashion, que se está viendo en el mercado son los destacables esfuerzos de grandes marcas de moda por ofrecer productos que generen un menor impacto ambiental. Algunas casas han reinventado sus prendas más icónicas aplicando el uso de material menos nocivo para el medioambiente. Tal es el caso de adidas, que recientemente lanzó a nivel global su colección Clean Classics, cápsula que abarca los modelos Stan Smith, Superstar, Continental 80, SC Premiere y Supercourt, confeccionados con, al menos, un 50% de material reciclado y con una suela hecha en un 90% de caucho natural y un 10% de caucho reciclado.
Lo ideal es ir integrando en nuestro estilo de vida prácticas que nos permitan reducir los materiales de un solo uso. Por eso, una de las primeras formas de uso de moda sostenible es el do it yourself. Para ello podemos buscar cualquier prenda que posiblemente ya no usemos y, a partir de ahí, arriesgarnos a crear. Podemos convertir un jean en un short o darle nuevo color a nuestras prendas con la tendencia tie dye. Hay un sinfín de formas de explorar, solo debemos prestar atención al propósito de la moda sostenible: volver a dar una vida.