Por Cayetano García
Romina Montserrat volvió, y con su regreso nos concede un viaje al universo del que es autora. Luego de un tiempo ausente, la diseñadora peruana presenta su primera colección de lencería que resulta ser una joya visual que grita su nombre a los cuatro vientos. Acompañada por un cast único y una historia de fantasía en cada una de sus piezas, conversamos con Romina sobre su nueva propuesta y el largo proceso introspectivo que esta colección significó para ella.
El storytelling es una pieza fundamental detrás de cualquier pieza de diseño, independientemente del medio que se elija como el ideal. Cuando inicié la conversación con Romina, sabía que había muchísimas historias por contar. En uno de sus brazos, llevaba tatuada una flor de lis tribal: símbolo asociado a la época de los templarios que protegían el Santo Grial. Un elemento mítico resguardado por la tradición oral, la cual llegó a los oídos de Romina. “Todo desencadena en que yo soy quien protege el tesoro ahora”, cuenta la diseñadora. Una storyteller nata, con una imaginación extensa que usa la moda, en este caso la lencería, como su medio expresivo.
Cuando paso por tiendas icónicas de lencería, veo sostenes rojos y mallas, pero nunca he visto algo que me inspire a usarlo para mí sola. Algo personal y tan íntimo, pero se vuelve tan delicioso cuando lo usas para descubrirte a tí misma”
Al comenzar el año, todo indicaba que era momento de seguir con el sueño de ejecutar esta colección. El 2020 sirvió para Romina como un tiempo para volverse a encontrar con un lado erótico que había dejado por un tiempo. En esta oportunidad lo afronta y abraza. Si bien estuvo ausente en sus redes, la diseñadora aprovechó en nutrirse de conocimientos nuevos para futuros proyectos; desde origami, patronaje japonés y matemática aplicada a la tecnología.
Tras soltar algunos nudos en su vida personal, Romina comenta que el proceso para estas piezas se volvió muy veloz y productivo. La colección la denomina como un álbum de sus personajes. “He cumplido un sueño. Todo este tiempo de preparar esta colección me ha servido para hacer una retroalimentación de todos mis personajes y estilos que me obsesionaron en diferentes momentos de mi vida. Todos los personajes están ahí, es mi archivo”, comenta.
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“Fui trabajando por personajes, fue un proceso intuitivo. Cada retazo que encontré en mi casa lo iba separando en textura y color, creando grupos que me generaban alguna sensación o una imagen mental de mí en algún momento,” señala la diseñadora. Cada una de las piezas en esta colección posee su propia historia. La asimetría, la crudeza y cada doblez que presentan son parte del tiempo entregado por Montserrat. El origami en tela fue una de las técnicas utilizadas para la elaboración de la lencería y un ritual de sanación aplicado a la moda.
Existimos en una sociedad que absorbe la sensualidad y la pone en bandeja para el consumo de otros, en particular el consumo masculino. La relación entre la persona y la pieza lencera que propone Romina es diferente. “Cuando paso por tiendas icónicas de lencería, veo sostenes rojos y mallas, pero nunca he visto algo que me inspire a usarlo para mí sola. Algo personal y tan íntimo, pero se vuelve tan delicioso cuando lo usas para descubrirte a tí misma,” explica Romina. Una meditación basada en el amor propio que conecta al individuo con el indumento. Esta visión sobre la sensualidad y la fantasía nació en el 2017, cuando Romina encontró una larga peluca que la motivó a crear trajes con stickers y tatuajes para usarlos ella misma. Una práctica que se repetía volviéndose en un momento de intimidad y conexión con el disfrute de su propio cuerpo.
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Para la presentación de esta colección, Romina contó con el diseño de maquillaje y peinado de Winie Calvay. “Es la primera vez que trabajamos juntas en un espacio presencial. Nosotras venimos soñando en hacer desfiles, tenemos muchas ilusiones juntas,” comenta Winie. La manera en la que ambas trabajan es de admirable sincronización; la hairstylist estudió cada una de los perfiles que deseaba presentar Romina y los asimiló dentro de su disciplina para que lleguen a complementarse.
“Estaba segura que no quería que se viera como un acabado. Fue un proceso muy inocente y expresivo: cada silueta era una presencia desbordada, arrojada a un terreno baldío,” señala Winie. La inspiración para cada uno de los peinados venía de la misma pieza y del lugar con el que contaban.
Días antes de terminar la colección, Romina recibió la llamada de una amiga ofreciéndole el espacio antes de que fuera demolido. Una casa antigua que presentaba elementos que realzan el carácter fantástico de la colección y la autenticidad de cada uno de los modelos. Romina le dio la oportunidad a cada talento de elegir la pieza que querían vestir, o el personaje al que querían interpretar. Muchas de las personas que participaron en el desfile conocían a Romina únicamente de manera virtual, siendo una oportunidad perfecta para conectarse con su historia y visión. “Romina tiene amigas maravillosas. Cuando se pusieron las tangas, nos adentramos en este carnaval de siluetas y lubricante. Todos pudimos cuajar en este espacio, adaptándolo”, comenta Winie.
La colección de fantasía no pretende evocar la imagen de una mujer lista para una noche de pasión. Por el contrario, Montserrat nos transporta a un mundo lleno de mujeres guerreras vestidas de origami hecho con naturaleza extraterrestre. Una locación en donde la tecnología convive con el indumento y es placentero para quien lo lleva. “Yo veo estas prendas como llaves para descubrirte a ti misma. Una ventana se abre en tu cuarto con el traje para que escapes de esta sociedad. Una puerta de fantasía”. La nueva colección de Romina permite a quien la use, ser quién quiera ser o interpretar al personaje de su imaginación. Una propuesta que busca ser el apoderamiento de la sensualidad individual y del disfrute con quien nos quedaremos hasta nuestra muerte: nosotros mismos.
Dirección de maquillaje y peinado Winie Calvay
Fotografía Asra Diogo-da-Silva