Viernes por la noche, barra llena, luces tenues y el sonido metálico de una coctelera que anuncia el inicio de algo interesante. En medio de todo, el protagonista —Johnnie Walker Black Ruby— hacía su debut en Lima.


El trago: un Ruby Sour, creación a base del nuevo blend de la casa, servido con precisión y un brillo ámbar que parecía una joya líquida. Dulce, ahumado, frutal. Algo entre un clásico y un experimento que funciona.
El escenario: SIETE, restaurante barranquino que combina cocina, arte y música con un equilibrio que solo su chef y fundador Ricardo Martins puede darle. La marca eligió el lugar perfecto para presentarnos su nueva etiqueta, a través de un cóctel insignia que reinterpreta el clásico whisky sour con ese giro frutado y que solo el Black Ruby podría sostener.

Así, en la barra de SIETE, acompañamos la experiencia con Calamares a la brasa con chimichurri de ajo asado y piperrada, seguidos de Mollejas con puré de manzana quemada y umeboshi. Todo parecía girar alrededor del mismo concepto — intensidad, textura y ritmo.

Detrás de esta nueva creación está Emma Walker, la primera mujer Master Blender de Johnnie Walker, quien logró un blend que mantiene la elegancia del Black Label pero con un twist inesperado —una especie de sensualidad roja embotellada.
Johnnie Walker Black Ruby no es solo una nueva incorporación; está aquí para elevar la experiencia del whisky y redefinir la forma en que los consumidores perciben el whisky escocés.
Leonardo Appoloni, Innovation Marketing Brand Manager de Diageo.
Black Ruby no busca reemplazar al clásico, sino reinterpretarlo: más cálido, más fresco, más libre. Un destilado pensado tanto para quienes aman los cocteles como para quienes disfrutan la pausa.
Esa noche, el aire olía a brasas, a frutos rojos y a celebración. Entre copas, risas y el eco suave del jazz, Johnnie Walker Black Ruby se sintió como una invitación a mirar el whisky desde otro ángulo. Uno más contemporáneo, más sensorial, más humano.


