Por Cayetano García
Cada vez somos más conscientes de nuestro consumo. Desde las películas que disfrutamos, la moda que vestimos hasta los alimentos que ingerimos. Vivimos en un momento de la historia que estar ajenos al impacto de nuestro consumo nos vuelve parte del problema ambiental que enfrenta la humanidad. El dicho “somos lo que comemos” se manifiesta con mayor relevancia en estos tiempos en que nuestra salud y la de nuestros seres queridos son sujetos de toda nuestra atención. “Somos lo que consumimos” es el nuevo enfoque que propone estar conscientes de cómo adquirimos nuestros alimentos, de dónde provienen y cuál será su paradero final.
El restaurante LIMANÁ, ubicado en el distrito de San Isidro de la capital gastronómica de Latinoamérica, ofrece a sus comensales una experiencia gastronómica con un propósito ambiental y social como ninguna otra. Su fundadora, Anita Belaunde, juntó sus tres pasiones en la creación de este restaurante: el amor por los animales, la nutrición y la cocina disfrutable. “Este restaurante fue una idea que tuve al querer aportar algo para la sociedad. Quiero fomentar la comida saludable, que descubran que se puede tener una vida sana comiendo rico.”
Al volverse vegetariana hace unos años y habiéndose rodeado de animales durante toda su vida, Anita se interesó por encontrar alternativas ricas y saludables para construir una dieta que tenga un impacto positivo en el medio ambiente. Tras diversos cursos de nutrición en universidades extranjeras y una investigación profunda en gastronomía vegetariana, la cocina de la fundadora de LIMANÁ se convirtió en la sorpresa de sus amigos y familiares, al no darse cuenta que estaban consumiendo una alternativa sana pero deliciosa al mismo tiempo.
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La industria gastronómica tiene un impacto en el proceso del consumo de alimentos y LIMANÁ no es ajeno a ello. “Existe una relación fuerte con la responsabilidad social y ambiental. En los restaurantes se preparan alimentos, por lo que se tienen que comprar insumos. Al decidir a quién le estás comprando estos ingredientes, ya estás impactando en miles de agricultores y en el planeta,” señala Anita. Bajo una filosofía que contempla cómo se compra, a quién se compra y cómo se consume el alimento, el restaurante limeño se guía de una serie de decisiones.
Existe una relación fuerte con la responsabilidad social y ambiental. En los restaurantes se preparan alimentos, por lo que se tienen que comprar insumos. Al decidir a quién le estás comprando estos ingredientes, ya estás impactando en miles de agricultores y en el planeta.”
Muchos de los insumos utilizados en el restaurante son comprados a agricultores locales y pequeños. Además, LIMANÁ cuenta con un pequeño huerto que abastece de algunos ingredientes para sus exquisitos platos. “Si le das a tu consumidor algo que no es sano, no estás contribuyendo con su salud. También cuidamos que la mayoría de los insumos que adquirimos no tengan un empaque o envase contaminante. Además, nosotros reciclamos 100% de lo que desechamos en el restaurante.” De la mano de Lima Compost, todos los desechos de LIMANÁ son convertidos en compost y otorgados a varias familias de bajos recursos, las cuales se encuentran en talleres para crear huertos urbanos que mejoren y faciliten su dieta alimenticia. Por último, toda la madera utilizada en el local proviene del bambú para evitar la deforestación y lo que da finalmente un aroma único al restaurante.
“Si le das a tu consumidor algo que no es sano, no estás contribuyendo con su salud. También cuidamos que la mayoría de los insumos que adquirimos no tengan un empaque o envase contaminante. Además, nosotros reciclamos 100% de lo que desechamos en el restaurante.”
La propuesta limeña abrió en marzo del 2020, a puertas de lo que sería un golpe muy fuerte para los negocios gastronómicos. Las medidas tomadas por el gobierno peruano para evitar el contagio del virus significaron el cierre de los restaurantes de todo el país. Sin embargo, para Anita, la adaptación de la industria gastronómica a un nuevo tipo de consumo significó una oportunidad para LIMANÁ. “La cantidad de gente que viene preocupada por su salud y con ganas de comer sano se ha incrementado de una forma impresionante”, cuenta Anita, testigo de este radical cambio. Quien consume los platos de LIMANÁ, se encuentra interesado sobre los ingredientes utilizados y busca una experiencia en un restaurante seguro y abierto.
La fundadora de LIMANÁ es consciente del incremento de locales, restaurantes y tiendas con un discurso ambientalista. Sin embargo, en su recorrido por estos lugares previo a la creación del restaurante sanisidrino, cayó en cuenta que en muchos casos se trata de un marketing sin propósito auténtico. “Al final sí están contaminando. He visto mucho el marketing de la comida sana, pero pocos son realmente saludables. Los empaques son de plástico, los ingredientes no son orgánicos y muchas veces no hay coherencia.”
Al final sí están contaminando. He visto mucho el marketing de la comida sana, pero pocos son realmente saludables. Los empaques son de plástico, los ingredientes no son orgánicos y muchas veces no hay coherencia.”
La impresionante arquitectura del local a cargo de los arquitectos Sandra Barclay y Jean-Pierre Crousse se encuentra alineada con el concepto inicial de LIMANÁ. Al ser un espacio totalmente abierto, deja tranquilos a sus comensales y los maravilla al tenerlos en contacto con la naturaleza mientras disfrutan de una excelente comida. “Una experiencia natural. Un lugar donde puedas respirar aire puro y que refleje la capital gastronómica de Latinoamérica. El nombre es la mezcla de Lima y Maná: la comida de los dioses hecha en Lima.”
Visita LIMANÁ en Av. Augusto Pérez Araníbar 2011, San Isidro 27
