Romina Puga, creativa detrás del proyecto de moda experimental Anemone, presentó su primera colección el 26 de octubre en la galería Now ubicada en el corazón de San Isidro, bajo la producción y casting de la artista visual Aster Luna.
Inspirada en la ropa interior de época, esta primera entrega titulada PE/1, busca explorar y subvertir los estereotipos atados a la feminidad, bajo una propuesta artesanal-experimental que se enfrenta a los cánones de belleza tradicionales
El blanco de la galería era puro y denso. Parecía llenar cada rincón del lugar con gran fuerza. Una capa profunda de sal se extendía a través de gran parte del suelo como arena, iluminada por luces tan brillantes y blancas como las paredes que la contenían. Voces se alzaban y viajaban por el lugar, mientras se esperaba el comienzo del desfile. Primero, se oyó la música. Una gran variedad de sonidos que reverberaban, con una percusión constante y aletargada en el centro, envuelta en una belleza áspera y cortante, tomaron el control del espacio.
Había una lentitud hermosa en los pasos de las personas que hacían andar a las prendas, como si sus músculos estuvieran hechos de hilos de plata entretejidos. Caminaron sobre la arena, acercándose más y más, antes de subir por escaleras que llevaban a un segundo nivel, dónde esperaban más espectadores. Sus cuerpos estaban cubiertos de telas pálidas y transparentes. Chemises delicados con recogidos y volúmenes, corsetería que apretaba y sostenía, contrastando con la ligereza de las telas con las que compartían vehículo, piezas en tela de punto que se sentían contemporáneas en diálogo con otras qué hablaban de tiempos más lejanos, como por ejemplo los siglos XVIII Y XIX, una crinolina expuesta, colocada sobre prendas sencillas, estos eran algunos de los artículos que conformaban los looks de la colección. Seda, organza, lana, raw cotton, así como tejidos reciclados, todos teñidos manualmente con eucalipto, fueron los materiales escogidos, con la sostenibilidad como prioridad. Colores como el blanco y el hueso fueron los más utilizados, excepto por un amarillo apastelado, que se asomó en un par de ocasiones. Los listones fueron una constante a través del desfile, asegurando muchas de las prendas. En total fueron 30 piezas hechas a mano, trabajadas por la diseñadora.
El propósito de esta colección, llamada P/E I, era repensar la idea de lo femenino, era tomar un pasado lleno de siluetas supresoras y crueles, utilizando ropa interior de época como inspiración, y poniéndola en el centro de la narrativa para invertir su significado. Las prendas abrazaron y colgaron de un cast diverso, compuesto de personas de diferentes edades, tipos de cuerpos, géneros e identidades, golpeando fuertemente las ideas obsoletas de lo que es bello y lo que no, una daga en el estómago de los cánones de belleza tradicionales. Había algo profundamente romántico, pero también crudo, melancolía y vulnerabilidad acompañadas de fuerza e irreverencia. Un propósito palpable.
El desfile terminó con los modelos repartiendo diferentes dulces en bandejas a los espectadores, mientras regresaban a la sal, para juntarse, sonriendo, mientras comían. Una de ellas, con el cabello largo y agrisado descendiendo hasta su cintura, atado cerca a las puntas con un lazo, llevaba unas flores amarillas en la mano y, por un momento, bailó. La música había cambiado a algo tintineante. El momento se sintió como un ritual, como algo íntimo. Se sintió como una celebración.