“La practicante”: Relatos desde el anonimato laboral

Por Andrea Cáceres

“La practicante”, el libro que acaba de publicar la diseñadora peruana Anaïs Freitas con la editorial Trropkiato, nos refresca las vivencias que pasan los jóvenes que incursionan por primera vez en la industria creativa.

Todo aquel que haya sido practicante o asistente en una empresa sabe lo difícil que es ser reconocido por su nombre y apellido. Suelen ser los nuevos, los que no tienen experiencia, los que apoyan y se confunden. Esto lo sabe bien Anaïs Freitas, diseñadora gráfica y escritora peruana que acaba de publicar su primer libro “La practicante” (Trropkiato – 2021). La autora, luego de terminar sus estudios en Nueva York, reside en Los Ángeles para convertirse en un alma creativa que se dedica a la tecnología. Su mundo transcurre entre reuniones de Zoom, Ux Writing e iVisa (empresa para la que trabaja). Pero cuando se desconecta de sus labores, su cabeza piensa en literatura y humor. Anaïs puede sacarte una sonrisa con cada frase que suelta, y todo lo que escucha  o ve (porque viajar es una de sus pasiones) se convierte en insumo para cocinar un relato que pueda ser publicado a futuro. 

Así surgió su primer libro. “La practicante” cuenta con diez relatos sobre la experiencia de vida que tiene una joven que incursiona en el mundo laboral y que siempre se mantiene en el anonimato: desde que ingresa al atelier de una diseñadora de moda, pasa por una agencia de publicidad, hasta que termina en una entrevista para trabajar en el rubro tecnológico. Tiene ganas de comerse al mundo, pero con su ingenuidad aprende lo necesario para seguir equivocándose o como explica la autora: “[la practicante mantiene] el sentimiento de no sentirse nadie, de ser anónima, ingenua, de cagarla, de tener una socia que te estafa o que te presenten material que no conoces”. 


ESCRIBIR SOBRE LO QUE SE CONOCE

Cuando Anaïs Lalombriz (pseudónimo que la caracteriza) recuerda el inicio de “La Practicante”, reconoce que las cosas se dieron en el momento indicado. Fue justo unos meses antes de que se decretara cuarentena obligatoria en el Perú que se sentó a escribir diversas situaciones que le causaron gracia o recuerdos de su propia experiencia laboral. “Para mí, mi trabajo ha sido perfecto porque me ha dado estabilidad financiera para invertir en mis experimentos y mi salud mental: espacio mental para crear […] Además, un libro es un compromiso espiritual de un año y medio. Trabajando en corporativo, no se me hubiese ocurrido”, cuenta la atura, quien terminó de cuajar su historia en cuarentena. 

El distanciamiento y la virtualidad ayudó a que Freitas ponga a prueba si sus relatos eran graciosos o no. La autora compartió los relatos con sus amigos más íntimos para así tener un feedback más certero de si iba o no por buen camino. Y logró lo que buscaba, pues el humor es un sentimiento que transcurre por las páginas de sus libros de inicio a fin.


JUGAR CON LA ESCRITURA

Uno de los relatos de “La practicante” se salta la norma, rompe con la narrativa y nos acerca a una conversación por medio de correos electrónicos. Sobre esta decisión, la autora indica: “tuve una conversación con una amiga muy querida y la grabación de esa conversación me sirvió mucho. Quería jugar con cómo es escribir una historia que se tiene que descifrar con un par de correos en contraposición con la narrativa. Me sirvió full la transcripción de la conversación para poder crear este formato”. 

Y de esa forma, su libro nos invita con frescura a recordar anécdotas que les pueden pasar a muchas personas ligadas al rubro artístico o simplemente a aquellas personas que no saben bien qué quieren hacer o a qué quieren dedicarse. El camino recién empieza y equivocarse está bien. 


EXPERIENCIAS REALES DE PRACTICANTES DE LAS ARTES

  • Practicante de maquillaje
    “Ser practicante es una subida y bajada de emociones ya que el círculo es muy cerrado. Yo entré al mundo por medio de mi profesor, porque en un inicio estudié Diseño de Imagen Personal y poco a poco fui entrando como practicante de muchos maquilladores, peinadores e incluso efectistas. Encontré personas hermosas que confiaron en mí y eso te hace sentir una gran responsabilidad”. 
  • Practicante de publicidad
    “Mi experiencia como practicante en una agencia de publicidad dependió mucho de si era una empresa pequeña o una grande. En la primera, es terrible porque te explotan, varias ves muchas cuentas y haces horas extras, pero aprendes. En cambio, en una agencia grande, todo está bien dividido y es más tranquilo, al menos en el área de creatividad fue así. También depende mucho de la cuenta que lleves, pero en agencia grande son muy pocas”.
  • Practicante de redacción de una revista de moda
    “La etiqueta de practicante es un poco compleja y cargar con ella aún más en un rubro tan cerrado como lo es la moda. Lamentablemente es un mundo que podría ser considerado elitista. Y creo que al ser un círculo muy cerrado puede ser un factor para que la gente piense en la moda como algo superficial y muy para gente privilegiada o para personas que tienen el acceso”.
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