Estas son las películas navideñas que marcaron la dirección de arte en la narración

Por Diego Gomez

Relajarse y pasar los días festivos viendo películas es una de las mejores formas de vivir el espíritu navideño. Sea un clásico de clásicos, o un romance atípico para la época, la oportunidad es perfecta para disfrutar de algunas de las producciones navideñas que mejor han logrado incorporar los elementos de la dirección de arte a la narración.


EL GRINCH

Recrear al icónico personaje que intentara robar la Navidad en el 2000 fue todo un reto a nivel estético, para el que Jim Carrey tenía que someterse a más de tres horas de maquillaje y caracterización (y una hora extra para removerlo). El traje con el cuerpo del Grinch —que estaba hecho de spandex recubierto con pelo artificial y teñido de verde— iba de pies a cabeza, e incluía unos lentes de contacto que finalmente resultaron demasiado fastidiosos para Carrey, por lo que la producción optó por utilizar tecnología CGI para completar el look. Se rumora que el actor se sentía tan incómodo con todo el proceso de caracterización, que tuvo que ser entrenado por agentes de la CIA en técnicas de resistencia a la tortura. 

Los otros personajes de la película, si bien tenían otro tipo de caracterización, también tuvieron que pasar largas jornadas en el set de peinado y maquillaje para lograr el look and feel de los habitantes de Villa Quién, e incluso fueron asistidos por un coreógrafo para aprender a moverse como sus personajes. Después de todo, desde The Wizard of Oz (1940), ninguna producción tenía tantos personajes caracterizados de manera tan única.

Felizmente, todo este esfuerzo de caracterización obtuvo su recompensa, pues la película ganó el Oscar a Mejor Maquillaje y Peinado. A partir de esta cinta, la carrera de Kazu Hiro como director de maquillaje y escultor no haría más que despegar, y pasaría poco tiempo para que su talento fuera incorporado a grandes producciones como “Men in Black II”, “The Curious Case of Benjamin Button”, “Planet of the Apes” y “Darkest Hour”, siendo su trabajo en esta última película la que le confirió su tercera nominación en la academia.



EDWARD SCISSORHANDS

Sin duda una de las cintas más memorables de Tim Burton, y que marcaría el inicio de las constantes y exitosas colaboraciones entre el director y la diseñadora Collen Atwood. Atwood, quien fue la encargada del vestuario de toda la cinta, tuvo la tarea de crear —a través del estilismo— un lugar completamente apartado de la realidad en el que la fantasía se impone, aspecto propicio para narrar la emotiva historia de Edward. Mediante los colores, formas, y texturas de las prendas que usan los personajes de la cinta, Collen Atwood fue capaz de acentuar las connotaciones y los mensajes que la película presenta al espectador. Un aspecto al que no se le suele brindar el debido reconocimiento, pero cuyo resultado puede influir directamente en el desarrollo argumental de cualquier producto audiovisual.

Para el personaje de Edward, que fue pensado por Burton como una mezcla entre la apariencia a blanco y negro de Charles Chaplin y el aspecto gótico de Frankenstein, la diseñadora recorrió numerosas tiendas de Nueva York hasta dar con un local en Orchard Street (Manhattan), en el que encontró una amplia variedad de cueros. Fueron estos materiales los que finalmente empleó para moldear al personaje, tomando inspiración del estilo punk y de figuras como Roberth Smith (The Cure). Atwood agregó piezas de máquinas antiguas, tela sintética, hebillas y tachuelas, todo siempre en forma de parche. Y las tijeras, pieza clave en el traje y recordatorio siempre latente de la dificultad de Edward para relacionarse con los demás, fueron creadas y diseñadas por el equipo de efectos visuales para caracterizar al personaje.

A lo largo de la película, vamos percibiendo todo tipo de roces entre el mundo de Edward y una sociedad que es distinta a él, una disparidad latente sobre todo en el vestuario, en el que se utilizan tonalidades grises para caracterizar al joven y una gama de colores brillantes para los otros personajes. En algunas escenas podemos incluso ver a Edward utilizar gorras de béisbol y camisas formales, con el fin de sentirse parte de la sociedad, descubriendo en el camino que –afortunadamente—no debe serlo para ser amado.

También tenemos a Kim (Winona Ryder), quien al inicio de la cinta se muestra reacia y distante por sus sentimientos hacia Edward. Tal como el resto de personajes del suburbio, empieza vistiendo colores intensos, pero conforme se desarrolla la historia, podemos ver que su ropa se torna a colores más sobrios, inconscientemente acercándola —y acercándonos— a sus sentimientos por Edward.

El momento más conmovedor de la cinta es, sin duda, en Navidad. Mientras el resto de personajes visten de verde y rojo, Kim aparece radiante, con un vestido blanco de hombros descubiertos y escote en forma de cierre, similar a los cinturones del torso de Edward. El blanco elegido por Atwood representa la fragilidad y pureza de la joven, mientras forma un vínculo con la nieve que surge de las figuras de hielo esculpidas por Edward, dando lugar a una de las escenas más hermosas de la filmografía de Burton.



CAROL

La película de Todd Haynes muestra a la navidad como un tiempo de infinitas posibilidades, marcado por la intensidad de las vivencias que acontecen en este periodo. Acompañada por una exquisita dirección de fotografía, la cinta nos presenta el romance que se desarrolla entre Carol, una infeliz ama de casa (Cate Blanchett) y Therese (Rooney Mara), una aspirante a fotógrafa. Las actuaciones de ambas actrices son sumamente profundas, lo que —acompañado por la cinematografía— confiere a la cinta un aura que envuelve al espectador, que termina de acentuarse con el uso de los colores y la caracterización de los personajes, enmarcado por el sentir navideño y propio de las fiestas de fin de año.

El vestuario de la cinta también es parte central de este relato de amor, en el que la personalidad de ambas mujeres se ve reflejada a través de sus prendas. Para Blanchett, fueron predominantes los vestidos y trajes estructurados, con formas marcadas para acentuar su figura, y accesorios de Ferragamo y Van Cleef & Arles, que combinaban perfectamente para poder darle ese aspecto prístino e imponente que comparte con la actriz. En el caso de Mara, la inspiración vino de la onda bohemia, que se tradujo en prendas prácticas y cómodas, resaltando su dimensión artística y marcando una notoria diferencia entre ambas mujeres.

Para lograr una representación acorde a la época, se utilizó una paleta de colores apagada, que refleja fielmente ese mundo lacónico y austero que dejó la Segunda Guerra Mundial. Así, el tradicional rojo saturado de la navidad fue reemplazado por uno mucho más sobrio, pensado sobretodo para las uñas y labios de Blanchett y para destacar ciertos aspectos de los encuadres.  De la misma forma que en Edward Scissorhands, los colores en la cinematografía acentúan los cambios internos de los personajes: el departamento de Therese empieza pintado de blanco pálido y bastante marrón, pero conforme se desarrolla la historia, ella lo pinta de color verde azulado: un color avanzado a la época y símbolo de la prosperidad, del dejar atrás el pasado y avanzar hacia el futuro.

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